Ir al contenido principal

¿Es válida la sucesión apostólica del Arzobispo Thuc?

Nota de InfoTradición: Ante el aluvión de consagraciones episcopales que han tenido lugar en el último año entre los diversos grupos sedevacantistas, —fruto en gran parte de la división entre sedeprivacionistas (o sedevacantistas formales, que sustentan la Tesis de Cassiciacum) y los sedevacantistas totales (que no sostienen tal Tesis)—, el número de obispos sedevacantistas parece estar ya cerca de superar al de sus sacerdotes.

Desde este cuaderno de bitácora hemos defendido la lógica que plantea la conclusión sedevacantista a la crisis eclesial y como aplicación lógica de los dogmas de la infalibilidad papal y la indefectibilidad de la Iglesia. También nos hemos posicionado claramente como defensores de la obra y el ejemplo del Arzobispo Lefebvre, demostrando además y difundido las declaraciones y afirmaciones del Arzobispo que otros ocultan, sin dejar de admitir que, en efecto, no llegó a afirmar públicamente y de forma clara la pérdida de autoridad de la Sede petrina, ocupada por herejes neomodernistas. Estamos, eso sí, lejos de la dogmatización del sedevacantismo pues, aunque esta conclusión sea cierta a todas luces, la realidad es que no debe ser dique divisorio para dejar de considerar como católicos a aquéllos que, defendiendo la doctrina y magisterio de la Iglesia de siempre, no han llegado a la conclusión sedevacantista. Otra cosa es que rechacen algún punto de la doctrina de la Iglesia como, desgraciadamente, a menudo sucede en lo que refiere al Papado, su autoridad e infalibilidad. 

La situación de la actual división entre los católicos se agrava con el delicado y olvidado tema del linaje sucesorio del Arzobispo Thuc. Las visibles y dignas consagraciones recientes entre los obispos de este linaje no pueden hacernos olvidar su origen. El «lavado de cara» que han tenido las consagraciones Thuc, así como la figura del propio Arzobispo es un tema que, en muchos católicos, ha sido aceptado sin la más mínima crítica e investigación y, sin embargo, estos mismos se rasgan las vestiduras con las ambigüedades o indecisiones del Arzobispo Lefebvre. Pero ante esto cabe preguntarse... ¿Era realmente el Arzobispo Thuc un tradicionalista? ¿Debemos aceptar la validez de estas consagraciones si ni siquiera tenemos pruebas fehacientes de que se hubiera observado íntegramente la forma de la consagración tradicional? ¿Fue Thuc un títere utilizado por todos los que pretendían obtener de él la sucesión apostólica? ¿Hubo simonía en Thuc? ¿Es válido el testimonio de Heller y Hiller?

A continuación, veremos las objeciones que nos presenta esta cuestión y pedimos una justificación o respuesta que vaya más allá del manido «la carga de la prueba de la supuesta invalidez de unas consagraciones corresponde a los que dudan de ellas», pues esto sería totalmente cierto si se tratase de unas consagraciones episcopales ordinarias. (Fin de nota de InfoTradición). 


EL CASO DEL ARZOBISPO THUC

Gran parte de lo que presentamos a continuación es un intento de contrarrestar la desinformación fáctica que parece prevalecer en todas partes con respecto al Arzobispo Thuc. Por parte de algunos, ha habido una cantidad considerable de «blanqueo» de la historia nada edificante del Arzobispo, con el resultado de que muchas personas se han formado opiniones sobre él basadas en errores y omisiones de hecho, especialmente las generaciones más jóvenes.

Víctimas de todo esto, además de la verdad misma, son todos aquellos católicos bien intencionados que han puesto la confianza en la validez de las órdenes sacramentales que emanan de él. Creemos que esto debe corregirse.

1. BREVE HISTORIA DEL ARZOBISPO THUC

Pierre Martin Ngo Dinh Thuc nació en Hue, Vietnam, el 6 de octubre de 1897. Ingresó en el seminario de la archidiócesis de Hue, fue ordenado presbítero el 20 de diciembre de 1925, se doctoró en Teología, Filosofía y Derecho canónico y el 4 de mayo de 1938 fue consagrado obispo por Antonin-Fernand Drapier y ascendido a la dignidad de arzobispo en 1960 por Juan XXIII. Participante activo en el Vaticano II y de tendencia marcadamente progresista, firmó todos los documentos del mismo conciliábulo, a diferencia del Arzobispo Lefebvre, a pesar de lo que afirman algunos sedevacantistas. Sus dos únicas intervenciones en el Vaticano II no dejan lugar a dudas de su pensamiento (estas citas aparecen intencionadamente recortadas y errónea e interesadamente interpretadas en el documento An Open Letter to Bishop Clarence Kelly on the «Thuc Bishops» and the Errors in «The Sacred and the Profane», de Mario Derksen que puede encontrarse en la página thucbishops.com y que trata de blanquear la imagen del Arzobispo Thuc, presentándolo como un tradicionalista durante el Vaticano II):

«Con gran consuelo veo presentes en estas asambleas a los delegados de las Iglesias cristianas no católicas, para ser testigos de nuestra fraternidad, sinceridad y libertad. Pero, ¿dónde están los delegados u observadores de los no cristianos? Entonces, ¿no necesitan esta maravillosa visión de la unidad de la Iglesia Católica? ¿O no necesitan una explicación de nuestra fe cristiana? ¡Qué! ¿Acaso el pueblo a quien representan no forma una tercera parte —o mejor dicho, la mayor parte— de estas ovejas esparcidas que Cristo ansiosamente deseaba entrar en un redil? El escándalo que llegó al mundo entero por la ausencia de invitaciones enviadas a los jefes de las religiones no cristianas lo expuse en la comisión central, pero fue en vano. Rogué encarecidamente al consejo que corrigiera la omisión, para que esta discriminación tan repugnante entre algunas religiones ya no se encuentre más. Esta ausencia de invitación a los líderes de las religiones no cristianas confirma de cierta manera ese prejuicio que se arrastra por el mundo asiático y africano: “La Iglesia Católica es una iglesia para hombres de color blanco y no para hombres de color”». (Acta Synodalia Vaticano II, vol. 2, parte 1, págs. 358-359).

«… Me parece extraordinario que en el esquema del pueblo de Dios no se mencione expresamente a la mujer en ninguna parte, por lo que la Iglesia aparece totalmente masculina, mientras que la realidad es bastante diferente. ¿No constituyen las mujeres la mayor parte del laicado, incluso de las prescripciones eclesiásticas? Por supuesto, sé bien que la Iglesia tuvo que comportarse así para no ofender los prejuicios de aquellos tiempos. Así, San Pablo impuso el velo a las mujeres en la Iglesia, para que no desagradaran a los ángeles. Entonces, ¿por qué los hombres deben entrar con orgullo a la iglesia con la cabeza descubierta, lo cuál es contrario a la costumbre de los clérigos de hoy tanto en Occidente como en Oriente? De la misma forma, se impuso el silencio a las mujeres mientras que en esta Basílica los muros resonaban recientemente al son de las voces de los Padres. Entonces, las monjas deben obtener el permiso de las iglesias para lavar la ropa sagrada. Y así mismo esta injusta discriminación aparece aquí y ahora en esta sala conciliar… ¿Por qué es que en nuestra era atómica, cuando en casi todo el mundo las mujeres han logrado la igualdad jurídica con los hombres, es sólo en la Iglesia de Cristo que todavía las padecen? Discriminaciones injuriosas… busco con afán… que estas discriminaciones contra el sexo más valiente sean erradicadas. Por último, le estaré agradecido a quien pueda presentarme un texto sencillo y apodíctico del Evangelio que excluye a las hermanas de la Santísima Virgen María de las funciones sagradas». (Acta Synodalia Vaticani II, vol. 2, parte 3, págs. 513). Este escandalosa intervención es claramente dulcificada en el documento An Open Letter to Bishop Clarence Kelly on the «Thuc Bishops» and the Errors in «The Sacred and the Profane», de Mario Derksen, donde simplemente comenta en la página 25 en una nota a pie de página lo siguiente —sin citar evidentemente la escandalosa intervención de Thuc—: «Es cierto que en otro momento durante el Concilio, el Obispo Thuc se quejó de algunas costumbres de la Iglesia que consideraba discriminatorias para la mujer. Si Vuestra excelencia desea tener un debate sobre si el obispo vietnamita excedió pertinazmente los límites de la ortodoxia en este aspecto particular, sin duda podemos tenerlo; pero tal debate tendrá que basarse en los principios católicos y pruebas contundentes, no en acusaciones exageradas».

Su participación en el Vaticano II le salvó la vida, ya que en 1963 los militares Duong Van Minh y Tran Van Donel derrocaron a su hermano, el presidente de Vietnam Ngo Dinh Diem y lo masacraron junto a su familia, quedando él como único superviviente de su familia. Pablo VI no le permitió regresar a Vietnam, por lo que el Arzobispo Thuc comenzó su vida como un exiliado en Roma. En 1968, Pablo VI le nombró como arzobispo titular de Bulla Regia (una antigua sede ahora vacante en Túnez).

Comienzan las masivas «consagraciones»

Mientras vivía en Roma, el Arzobispo Thuc conoció al presbítero Maurice Revaz, quién en ese momento enseñaba en el seminario del Arzobispo Marcel Lefebvre en Suiza. A mediados de la década de 1970, Revaz se involucró con un grupo de «visionarios» en El Palmar de Troya, España, encabezados por un corredor de seguros, Clemente Domínguez Gómez, quien creía que el «verdadero» Pablo VI era un prisionero del Vaticano y que el visible Pablo VI era un doble del que estaba preso. Después de la muerte de Pablo VI en 1978, Domínguez afirmó que Cristo lo había coronado místicamente como Papa y tomó el nombre de Gregorio XVII. Posteriormente fundó su propia «iglesia» y declaró a Pablo VI como un santo mártir.

Un día Revaz le dijo al Arzobispo Thuc que «Nuestra Señora tenía trabajo para él en El Palmar de Troya», a lo que Thuc obedeció afirmando que: «si lo pide Nuestra Señora, voy corriendo». El 31 de diciembre de 1975, el Arzobispo Thuc ordenó al sacerdocio a Clemente y a otros cuatro seglares, y tan sólo 12 días después consagró cinco obispos de El Palmar de Troya, dos de los cuáles habían sido los que él mismo ordenó sacerdotes tan sólo 12 días antes, entre ellos el afamado Clemente Domínguez. (Como acotación al margen, en menos de dos años Clemente «consagró» al episcopado a no menos de 70 hombres). Luego, podemos afirmar que el Arzobispo Thuc fue el autor material de la secta formada en el municipio sevillano de El Palmar de Troya. Sin duda unos excelentes precedentes y galardones que, sin embargo, no serán impedimento para que pocos años después los sedevacantistas acudan a él de manera desesperada para la consagración de obispos.

El 17 de septiembre de 1976, Pablo VI lo «excomulgó» por sus consagraciones de El Palmar de Troya, tras lo cuál, el Arzobispo vietnamita inmediatamente se «arrepintió» y renunció a lo que había hecho en España, hecho que provocó que Pablo VI le levantara la «excomunión». Así, Ngo Dinh Thuc renunció a sus acciones en una carta que decía que las órdenes que había conferido eran nulas y sin valor, pues había retenido toda intención de transmitir órdenes a la secta Palmar de Troya(1). No será la única vez que el Arzobispo Thuc simule la celebración de un sacramento. No olvidemos que la simulación de un sacramento es una falta gravísima que la Iglesia califica como sacrilegio.

No se menciona en el decreto ━quizás porque fue desconocido en ese momento━ pero entre las consagraciones del Palmar y su reconciliación con Pablo VI, el Arzobispo Thuc había realizado otra consagración episcopal. Según el Padre Robert McKenna, tuvo lugar dos meses antes de la reconciliación de Thuc con Pablo VI. Así fue que el 10 de julio de 1976, Thuc había consagrado al presbítero Comte de Labat d'Arnoux. ¿Quién fue Comte de Labat d'Arnoux? Era, según el presbítero Noël Barbará, solo uno de los muchos apóstatas de la Iglesia Católica que se convirtió en obispo gracias a Thuc.

El 2 de febrero de 1977, apenas seis meses después de las consagraciones palmarianas, el Arzobispo Thuc consagró condicionalmente a un «obispo» veterocatólico llamado Jean Laborie (quién, dicho sea de paso, había sido previamente consagrado otras dos veces y se trataba de un sodomita descarado). Durante los próximos años consagrará al menos a dos obispos más para la secta veterocatólica. La consagración episcopal de gente totalmente indigna para el cargo era castigado con la pena de excomunión. 

El 19 de marzo de 1977, Thuc consagró a Claude Nanta de Torrini, otro apóstata de la Iglesia Católica.

El 25 de agosto de 1977, según han demostrado fuentes documentales y fotográficas recientes aparecidas en Internet (y de las que expondremos dos ejemplares a continuación), Thuc consagró sub conditione al obispo palmariano Ricardo Subirón Ferrandis, célebre por la ordenación sacerdotal y consagración episcopal del extravagante Obispo Pablo de Rojas. 

En 1978, Thuc se mudó a Toulon, Francia y se instaló con una familia budista vietnamita. Mientras estuvo allí, asistió regularmente al Obispo (modernista) Gilles Barthe de Frejus, en su Catedral de Toulon.

El 19 de octubre de 1978 consagra a Roger Kozik y Michel Fernández, fundadores de una secta no católica.

El 16 de abril de 1981, Jueves Santo, el Arzobispo Thuc fue sorprendido concelebrando la misa nueva con el Obispo Barthe de Frejus. Sin embargo, apenas tres semanas después de este acontecimiento, Thuc tuvo su primer coqueteo con el catolicismo tradicional y consagró al eminente dominico Padre Guérard des Lauriers, el 7 de mayo de 1981. Heller y Hiller admitieron que durante la consagración del P. Guérard des Lauirers había gatos por la habitación y que el propio Thuc mandó a otros asistentes salir, quedando solamente el Arzobispo, el obispo consagrado y los doctores Heller y Hiller. 

Meses más tarde, el 17 de octubre de 1981, el arzobispo vietnamita consagró obispos a dos sacerdotes mejicanos, Moisés Carmona y Adolfo Zamora. En la imagen a continuación podemos ver que no se retiró de la mesa que hacía de altar un teléfono. Sin duda fruto de la improvisación de las supuestas consagraciones, tan improvisadas que, de hecho, a Adolfo Zamora no siempre lo citan como obispo consagrado ni los propios defensores del linaje Thuc. Lo cierto es que, como veremos más adelante, el propio Zamora terminó siendo marginado en la propia Unión Sacerdotal de Trento a la que pertenecía y dudando de si era o no obispo. Hay que decir también que la consagración supuesta de Zamora fue, al parecer, iniciativa inesperada del propio Arzobispo Thuc en el mismo momento en que tenía lugar la consagración de Carmona.

El 18 de abril de 1982 y luego nuevamente el 25 de septiembre de 1982, Thuc consagró dos obispos veterocatólicos más, Luigi Boni y Christian Datessen. Téngase en cuenta que volvió a reincidir en las consagraciones de veterocatólicos, después de haber consagrado a los sacerdotes sedevacantistas Guérard des Lauriers, Moisés Carmona y Adolfo Zamora. Es decir, no recondujo su frenética e imprudente actitud de consagrar indiscriminadamente, sino que retomó el contacto con los veterocatólicos (si es que lo había perdido o tenía intención de hacerlo) y volvió a consagrar obispos de una secta cismática y herética. Como dijo el Pbro. Anthony Cekada: «La historia no terminará aquí, es probable que los repentinos obispos continuarán multiplicándose exponencialmente, como entre los veterocatólicos».

Más tarde, en 1982, el Arzobispo Thuc se mudó a Nueva York para vivir con unos franciscanos sedevacantistas liderados por un obispo de su línea sacerdotal: Louis Vezelis (Vezelis había sido consagrado por George Musey y éste por Moisés Carmona). Vezelis y Musey, conocidos por haberse repartido el territorio de los Estados Unidos en dos nuevas «diócesis», exigiendo sometimiento al clero sedevacantista y arrogándose una autoridad que evidentemente no tenían ni podían tener. Musey, por cierto, después de haber sido ordenado sacerdote y antes de su consagración episcopal, regentaba un restaurante de comida alemana llamado Hofbrau cerca de Dickinson, Texas.

El 12 de marzo de 1983, Ratzinger, entonces cardenal y jefe de la Congregación para la Doctrina de la Fe, emitió una notificación excomulgando a Thuc y varios obispos que había consagrado en 1981.

El 8 de enero de 1984, el Arzobispo Thuc se mudó a Carthage, Missouri, para vivir en un seminario conciliar vietnamita, y es allí donde murió el 13 de diciembre de 1984.

En el transcurso de seis años, Thuc consagró al menos a 16 hombres: 5 para la secta de El Palmar de Troya, 7 herejes varios (de los cuáles al menos 5, si no todos, eran veterocatólicos) y 3 sedevacantistas y a 1 independiente (Ricardo Subirón, el cuál sería difícil ubicarle en las categorías anteriores, aunque era obispo en El Palmar antes de ser consagrado bajo condición). ¿Todo esto fue hecho en un esfuerzo por el Arzobispo Thuc para preservar el catolicismo tradicional, como algunos afirman? La respuesta a esta pregunta puede aclararse examinando la conducta del propio Arzobispo, conscientes del hecho de que las acciones de un hombre realmente hablan más fuerte que sus palabras.

2. THUC, ¿ERA DE VERDAD TRADICIONALISTA?

El hecho de que Ngo Dinh Thuc, al menos en ciertos momentos de su vida, adoptó algunas prácticas tradicionales es indiscutible y hay sobradas pruebas de ello. Pero cabe destacar que la autobiografía que se dice que escribió él mismo, donde manifiesta su tradicionalismo, no ha sido hasta la fecha autentificada.

Parece evidente de que el Arzobispo Thuc no tenía tan sólo una cara sino que tenía muchas y diversas, lo cuál no hace sino aumentar  las dudas sobre su capacidad y lucidez mental.

Dado que el tema central de este artículo es la validez de las consagraciones del Arzobispo Thuc, todos los errores contenidos en las dos intervenciones que tuvo durante la segunda sesión del Vaticano II no son del todo relevantes para ello, no obstante nos sirve para desmentir los rumores infundados de que Thuc era tradicionalista, al menos durante ese período. Es posible que sí hubiese cambiado su línea religiosa tras la masacre de su familia, pues esto aconteció tan sólo un mes después de sus escandalosas declaraciones durante el Vaticano II a favor del diálogo interrreligioso, de la igualdad o de los llamados «derechos de la mujer». También hemos podido confirmar la firma de Thuc de uno de los diez recursos presentados por el Cœtus Internationalis Patrum, concretamente, el que demandaba la condena del comunismo. Esto, evidentemente, consecuencia lógica de la matanza de su familia durante la revolución comunista en el Vietnam.

En referencia a las consagraciones de El Palmar de Troya, como se señaló anteriormente, Pablo VI excomulgó al Arzobispo Thuc. ¿Ignoró Thuc la «excomunión» por motivos legítimos del estado de necesidad, como lo hizo el Arzobispo Lefebvre, consagrando cuatro obispos y llamándola «operación supervivencia»? No; lejos de actuar como después lo hiciera el Arzobispo Lefebvre, reconoció la «excomunión» como válida:

«El prelado [Thuc], tan pronto como se dio cuenta de la gravedad de los hechos, deploró y repudió lo que había hecho y trató de impedir más abusos. Luego se puso humildemente a disposición de la autoridad eclesiástica. A tal efecto se apresuró a pedir al Santo Padre la absolución de la excomunión en que había incurrido y escribió a Su Eminencia el Cardenal Bueno y Monreal, Arzobispo de Sevilla, una carta en la que, reconociendo su propio error, pedía perdón por “el gran escándalo dado a los fieles y por el inmenso daño causado a la Iglesia al poner en peligro su unidad”». (L’Osservatore Romano, edición en inglés, 17 de septiembre de 1976).

El presbítero Claude Barthe, entonces sacerdote de la HSSPX (no confundir con el Obispo de Toulon, Gilles Barthe), escribe sobre Thuc cuando él y el presbítero Noël Barbará fueron a Francia para reunirse con el Arzobispo vietnamita el 7 de enero de 1981. Nuevamente citamos su artículo Fortes in Fide, pág. 12:

«Él [el Arzobispo Thuc] está en la Catedral. Fuimos allí y lo encontramos ayudando en la sinaxe [es decir, en la nueva misa] de uno de los sacerdotes… Con la autorización del obispo  [modernista] de Toulon, a Thuc se le asignó un confesionario en la catedral del obispo conciliar y hasta principios de 1982, Thuc sirvió a diario en las nuevas misas celebradas en esta misma catedral... El Padre Barbará le preguntó cuáles eran sus relaciones con el obispo [modernista] de la catedral. Respondió que el obispo de Toulon le había encomendado la tarea de proporcionar a los vietnamitas la confesión, y también los poderes de confesión para cualquiera que acudiera a él. Una vez al año, el Jueves Santo, invitaba al anciano Arzobispo a concelebrar con él la misa en el nuevo rito…».

En un debate registrado entre los sacerdotes tradicionalistas William Jenkins y Anthony Cekada, Jenkins hizo esta afirmación indiscutible:

«Es un hecho, lo tenemos registrado, tenemos el testimonio jurado, de que durante la consagración de Guérard des Lauriers, el propio Guérard des Lauriers tuvo que intervenir continuamente en la ceremonia y decirle al Arzobispo Thuc “no se puede decir eso”. Porque él invocaba continuamente el nombre de Juan Pablo II a pesar de que apenas dos semanas antes dijo que él no era el Papa»(2). Y esto llama poderosamente la atención, ya que el propio Guérard des Lauriers rechazaba totalmente ser consagrado obispo por alguien que considerase Papa a Juan Pablo II.

El Arzobispo Thuc murió el 13 de diciembre de 1984 en el Seminario Conciliar de Nuestra Señora de los Ozarks, Carthage, Missouri. Cinco días después de su muerte se publicó lo siguiente como su última declaración pública:

«Yo, abajo firmante, Pierre Martin Ngo Dinh Thuc, Arzobispo Titular de Bulla Regia y Arzobispo Emérito de Hue, deseo retractarme públicamente de todos mis errores previos relacionados con mi ordenación ilegítima al episcopado, en 1981, a varios sacerdotes, a saber Revs. M.L. Guérard des Lauriers, O.P., Moisés Carmona y Adolfo Zamora, así como mi negación del Concilio Vaticano II, el nuevo Ordo Missae, especialmente la dignidad de Su Santidad, el Papa Juan Pablo II, como realmente legítimo sucesor de San Pedro [...].

Deseo pedirles sinceramente a todos que me perdonen, rezar por mí y reparar todo escándalo provocado por tan lamentables acciones y declaraciones mías.

También me gustaría exhortar a los sacerdotes antes mencionados que habían sido ordenados ilegítimamente al episcopado por mí en 1981, y a todos los demás a los que a su vez han ordenado obispos y sacerdotes, así como a sus seguidores, a retractarse de su error, dejando su actual estado falso y reconciliarse con la Iglesia y el Santo Padre, el Papa Juan Pablo II».  

Thuc consagró al menos a 16 hombres(3), ¿por qué señala aquí solo a tres de ellos? ¿No encontró ningún error al consagrar a los demás? ¿Por qué estos tres y estos tres sólo le han sacado un mea culpa final?

Su declaración final resume claramente en palabras lo que de hecho había sido su conducta en la vida que, con la excepción de un período que abarca menos de tres años, había estado aceptando implícita o explícitamente los errores del Vaticano II; así es como vivía, ahí es donde murió y eso es lo que profesaba creer cuando murió. 

A esto hemos de añadir que algunos defensores de la sucesión apostólica de Thuc afirman que el Arzobispo fue secuestrado por parte de los modernistas. Si bien esta teoría puede ser cierta, no deja sin embargo de resultar un tanto forzada, pareciendo mucho más creíble que Thuc se trataba de un anciano senil, cansado y manejable que actuaba de una forma o la contraria dependiendo de con quién estuviera. Ésta y no otras razones explican sus vaivenes y confusiones doctrinales serias en los últimos años de su vida, incomprensibles en un prelado que poseía tres doctorados. En la siguiente imagen podemos ver dos fotografías de los últimos años de su vida en el seminario modernista de refugiados vietnamitas, donde murió.

3. IRREGULARIDADES EN LA CONCESIÓN DE ÓRDENES

Pierre Martin Ngo Dinh Thuc era un hombre bien educado, habiendo recibido doctorados en Filosofía, Teología y Derecho canónico, así como una licencia para enseñar de la renombrada Universidad de La Sorbona de París. De modo que si realmente no padeciera algún tipo de demencia, seguramente habría conocido la gravedad de otorgar órdenes a candidatos no católicos, indignos y gravemente ilícitas. Sin embargo, esto es exactamente lo que hizo; ordenó y consagró a personas no católicas o inadecuadas para las recibir las órdenes y, a veces, lo hizo en contra de la ley de la Iglesia que gobierna tales asuntos.

Nuevamente, recurrimos a los presbíteros Noël Barbará y Claude Barthe como testigos:

«El Padre Barbará le recordó que lo había visitado durante el año anterior para pedir información sobre un tal García de Marsella que había ordenado el Arzobispo. El Arzobispo Thuc nos informó que lamentaba haberlo hecho, porque había llegado a saber que el Padre en cuestión estaba mentalmente desequilibrado …».

«Entonces mi padre le explicó el motivo de nuestra visita. Un amigo mejicano, el padre Marquette, nos había informado que había consagrado al cura de Acapulco, el Padre Moisés Carmona, y a otro mejicano, el Padre Zamora. El Arzobispo admitió que ese era el caso. No los conocía: “Había dos alemanes, Heller e Hiller, que me los trajeron y me pidieron que los consagrara. Tenía confianza en estos dos caballeros porque conocía al Sr. Heller. Es una persona muy buena”».

Se le preguntó al Dr. Hiller sobre la consagración del Arzobispo Thuc de un miembro de la autodenominada iglesia veterocatólica:

«¿Cómo podría pensar él [Thuc] en continuar la Iglesia Católica a través de un cismático y hereje veterocatólico?’ El Dr. Hiller respondió: “Él pensó que cuando fuera ordenado sacerdote o consagrado, sería católico, un católico romano, y ya no más veterocatólico. Sabía exactamente que la iglesia católica antigua no es la Iglesia Católica Romana”».

¡Y esto de un hombre que poseía tres doctorados! Sabemos que Thuc era conocedor de que ese hombre no era católico, ya que Barbará le había advertido de ello.

También hay una interesante carta escrita por Adolfo Zamora en la que expresa dudas sobre la vigencia de su propia consagración:

«Desde mi consagración episcopal hace dos años, no he sido reconocido oficialmente como obispo [por la organización a la que pertenecía: Sociedad Sacerdotal de Trento]. Ahora no sé si soy obispo»(3). (Lo cierto es que Zamora muchas veces es omitido como obispo consagrado por Thuc, incluso entre los defensores de la validez de las consagraciones).

La conexión Einsicht

Una posible explicación para la declaración del 25 de febrero de 1982 —denominada en los ambientes thucistas como «La declaración de Múnich»— puede hallarse en la asociación del Arzobispo Thuc con la gente de la revista Einsicht. A continuación expondremos fragmentos de la obra del presbítero Anthony Cekada Dos obispos en cada garaje que pondremos entre comillas. 

«En cierto momento… el Obispo Thuc decidió compartir su suerte con  —o, tal vez, cayó bajo la influencia de— otra organización que necesitaba de su ministerio episcopal». [Cekada, Dos obispos en cada garaje, op. cit., p. 8]. Einsicht era la publicación de la «organización» que conoció en Múnich. «Einsicht promovía en Alemania las doctrinas más bien abstrusas del P. Guérard a través de sus publicaciones. Ésta tomó a Thuc bajo sus alas, y según cabe presumir, lo proveyó de alguna clase de apoyo material». [Cekada, Dos obispos en cada garaje, op. cit., p. 8]. 

Entre la gente de Einsicht sobresalían el Dr. Kurt Hiller y el Dr. Eberhard Heller. Ellos fueron los dos testigos(4) en la consagración del P. Guérard des Lauriers. 

«Cuando el Padre Sanborn, Jenkins y yo viajamos a Alemania a entrevistarlos, les preguntamos sobre la consagración del P. Guérard des Lauriers. También estuvieron presentes en las consagraciones de Zamora y de Carmona. Les preguntamos sobre la materia y la forma del sacramento. (La materia para una consagración episcopal es la imposición de ambas manos por el obispo consagrante. La forma es una fórmula de dieciséis palabras). Ninguno pudo testificar que el Arzobispo Thuc impuso las manos sobre la cabeza del P. Guérard des Lauriers. A Hiller se le preguntó si Thuc puso una o dos manos sobre la cabeza de Guérard des Lauriers. No lo sabía. Heller, por el contrario, simplemente se negó a responder cualquiera de esas preguntas. Furioso, protestó que no podían esperar que él recordara tales detalles después de seis años».

«El P. Sanborn concluyó, en ese entonces, que no se podía probar la validez de las consagraciones en el fuero externo. Dijo que el testimonio de Hiller y Heller era inútil. Dijo que incluso si pudiéramos probar la validez, no podríamos tener nada que ver con los obispos thucistas porque eran muy sórdidos». El Dr. Hiller, que no tenía problemas con la validez de las consagraciones de Thuc, dudaba de las ordenaciones hechas por el Arzobispo Lefebvre. También defendía las consagraciones de El Palmar como una buena cosa. En la edición de agosto de 1982 de Einsicht (edición en inglés), escribió: “De ninguna manera se lo puede reprender [al Arzobispo Thuc] por las consagraciones del Palmar”». [Citado en Cekada, Dos obispos en cada garaje, op. cit., p. 6). 

Cuando Sanborn, Kelly y Jenkins entrevistaron a los testigos alemanes, Sanborn dijo que no había pruebas suficientes para asegurarse de ello. Dijo que el confiaba plenamente en Guérard de Lauriers, pero que esa era una opinión personal, no suficiente. 

4. ¿HABÍA DEMENCIA EN EL ARZOBISPO THUC?

La salud mental del Arzobispo Thuc es un tema que se repite con frecuencia, y lo es por una buena razón. Mucho se ha dicho en otros lugares acerca de que Thuc permitió a los palmarianos fundar su secta al ordenar y consagrar el clero para ellos. Su credulidad en este caso es verdaderamente asombrosa, como lo registró en su propia autobiografía:

«Entonces vino a verme un sacerdote, a quien había conocido antes en Ecône, Suiza. Me dijo sin rodeos: “Excelencia, la Santísima Virgen me envía para que le envíe inmediatamente a España central para prestarle un servicio. Mi coche está listo para usted en la puerta de la casa parroquial y partiremos inmediatamente para estar allí en Navidad”».

«Atónito por esta invitación, le dije: “Si es un servicio que la Santísima Virgen requirió, estoy dispuesto a seguirte hasta el fin del mundo, pero debo informar al sacerdote por motivo de la Misa de Navidad y debo empacar mi bolsa”».

Cuando a Heller y a Hiller se les preguntó por qué Thuc había ordenado sacerdotes y consagrado obispos en El Palmar de Troya, ellos dijeron que «tenía la mente de un niño», lo que significa que «era inocente y algo ingenuo al tratar con los demás, un hecho que explica por qué hizo ciertas consagraciones de las que luego se arrepintió»(5).

Según un sacerdote de la época que lo conoció, Thuc «entraba y salía del estado de lucidez»(6).

El obispo modernista Gilles Barthe, con quien Thuc concelebró públicamente la nueva misa y en cuya diócesis finalmente se instaló, dijo en el boletín francés La Documentation Catholique (21 de febrero de 1982) sus preocupaciones en torno a las actividades del prelado anciano. «Expreso las reservas más expresas sobre el valor [validez] de estas ordenaciones», afirmó, y con respecto a la lucidez de Thuc durante los ritos dijo: «Es aún menos [claro] para las ordenaciones hechas en su casa en Toulon. Es pertinente preguntarse hasta qué punto tuvo conocimiento de los actos que realizó y hasta qué punto fue su libertad…»(7).

Clarence Kelly en su obra Lo sagrado y lo profano resumió bastante bien las actividades de Thuc: «Él parecía hacer y decir lo que los que lo rodeaban querían que hiciera y dijera. Actuó como si no tuviera mente propia. Cuando estuvo bajo la influencia del clero del Novus Ordo, hizo y dijo lo que querían. Cuando los veterocatólicos acudieron a él para la consagración episcopal, hizo lo que quisieron. Cuando estuvo bajo la influencia de Hiller y Heller, se acomodó a sus deseos. Luego, cuando volvió a estar bajo la influencia del Novus Ordo, hizo lo que querían y repudió lo que había hecho y dicho bajo la influencia de Hiller y Heller».

5. LA CREDIBILIDAD DE THUC

Hasta ahora, hemos producido una cantidad significativa de evidencia que desafía la noción de que Thuc era un tradicionalista cuya única intención al conferir órdenes era preservar el verdadero catolicismo. En oposición a toda esta evidencia, hay algunas declaraciones atribuidas al propio Arzobispo Thuc. Si Thuc hubiera sido un hombre creíble, entonces sus declaraciones podrían tener cierto peso. ¿Pero era creíble? ¿Tenemos buenas razones para creerlo?

Según su propia autobiografía, cuando lo obligaron a ir a El Palmar de Troya para conferir órdenes sagradas, se encontró en un pequeño aprieto, porque era Nochebuena y tenía previsto ofrecer la misa (nueva) de Navidad en la parroquia modernista donde se encontraba. Entonces, ¿le dijo al sacerdote, en cuya parroquia asistía, la verdad sobre por qué no podía ofrecer la misa de Navidad? ¿O si no estaba dispuesto a decirle la verdad, simplemente le informó que no podía ofrecer la misa por razones personales o privadas? No, él no hizo eso, sino que eligió mentir:

«Llamé al sexton [sacristán] y le pedí que informara al sacerdote sobre la misa de Navidad. Le dije que iría inmediatamente a Francia por asuntos familiares urgentes y que regresaría puntualmente en dos semanas…».

Pero los engaños de El Palmar no terminaron ahí:

«Cuando se le preguntó sobre el fiasco de El Palmar de Troya, el Dr. Hiller trató de disculpar a Thuc diciendo que hizo lo que hizo porque “era un hombre creyente muy simple”. Respecto a cuando las autoridades del Vaticano le preguntaron a Thuc sobre esto, el Dr. Hiller dijo: “Thuc dijo a Roma después de esta catástrofe que pensaba de que Pablo VI estaba en bilocación allá en El Palmar”. 

Hiller dijo que Thuc sabía exactamente lo que estaba diciendo cuando dijo ésto y que esta alusión a la bilocación de Pablo VI, como su excusa para hacer las consagraciones de El Palmar de Troya, eran un ejercicio de diplomacia y que Thuc solía dar tales respuestas. 

Ya se ha señalado anteriormente que después de que fuera «excomulgado» por las consagraciones de El Palmar, «reconoció su propio error» y emitió su mea culpa por ello. Y, sin embargo, apenas seis meses después, encontramos a Thuc imponiendo sus manos sobre Jean Laborie para convertirlo en obispo de una secta cismática y herética. Entonces, ¿fueron reales sus disculpas por el error y la contrición que manifestó? ¿O se hizo simplemente para engañar al Vaticano para que le levantaran su «excomunión»? ¿Otro «ejercicio de diplomacia» al que se refirió el Dr. Hiller?

Además, en su declaración de 1982, conocida en el mundo sedevacantista visceral como «La declaración de Múnich», afirma:

«Declaramos que la nueva misa es inválida… Declaramos que la introducción de esta nueva misa también señala la promulgación de una nueva religión humanista en la cuál Dios Todopoderoso ya no es adorado como desea ser adorado… Aquéllos que han aceptado esta nueva misa, en realidad y sin darse cuenta, apostataron de la verdadera Fe; se han separado de la verdadera Iglesia y están en peligro de perder el alma…».

Si Thuc creía todo esto, ¿por qué concelebró la  nueva misa en Francia y por qué la sirvió regularmente como acólito? Al hacerlo, ¿no está él, según su propia definición, admitiendo participar en una «nueva religión humanista»? 

Y además, ¿acaso el concelebrar la  nueva misa y servirla como acólito no constituye que él ha aceptado esta  nueva misa? Y en consecuencia, ¿no es acaso cierto que él, según su propia declaración, «apostató de la verdadera fe» y «se separó él mismo de la verdadera Iglesia»? 

Como cualquiera podrá intuir, teniendo en cuenta los antecedentes antes señalados, todo parece indicar que esta declaración fue obra de terceras personas —probablemente de los propios doctores Heller y Hiller— y firmada por el anciano y probablemente senil arzobispo vietnamita.

6. SIMULACIÓN DE SACRAMENTO

Un sacrilegio es el trato irreverente de las cosas sagradas. Por ejemplo, retener un ministro la intención al momento de conferir un sacramento. Este tipo de conducta se conoce como simulación (fingimiento) de un sacramento.

Ya que nadie puede estar totalmente seguro de que un determinado ministro de un sacramento tenga la intención de «hacer lo que hace la Iglesia», es por ello que la integridad de los ministros es obviamente de suma importancia. Si un ministro válido confiere un sacramento empleando la materia y la forma adecuadas y no da motivo para que uno sospeche de su intención, aceptamos el sacramento como válido ya que lo normal es que la intención se presuma en la correcta aplicación de la forma. Pero, ¿y si el ministro nos da motivos para sospechar de él?

El Arzobispo Thuc admite haber cometido el pecado de simulación varias veces. Cuando se preguntó acerca del hecho de haber concelebrado la nueva misa con el Obispo de Toulon del Vaticano II, se dio el siguiente testimonio:

«Según los Dres. Hiller y Heller, que son sus colaboradores cercanos de él y defensores de él, afirmaron que le preguntaron cómo podía hacer esto. Y su respuesta fue, porque el obispo de la diócesis había sido tan amable con él, permitiéndole escuchar confesiones en la iglesia catedral, que sintió que debía concelebrar la nueva misa con él. Pero, el Arzobispo Thuc les dijo a estos hombres, y tenemos esto en cinta, con sus propias voces; dijeron, que el Arzobispo Thuc les dijo, por si sirve de algo, que retuvo su intención en el proceso de hacer esto, es decir, simuló el sacramento de la consagración»(8).

El Arzobispo Thuc admite haber simulado un sacramento en otra ocasión; las consagraciones episcopales de El Palmar de Troya: «Entonces, después de las ordenaciones cuestionables [El Palmar de Troya], el Obispo Ngo Dinh Thuc renunció a sus acciones y publicó una carta diciendo que las órdenes que había conferido eran nulas y sin valor porque había retenido toda intención de transmitir órdenes al Palmar secta de Troya». (Revista Angelus, edición de junio de 1982). Esta admisión naturalmente da lugar a una pregunta: si admitió haberlo hecho una vez, ¿lo hizo más de una vez? Cuando impuso sus manos sobre estos diversos hombres de dudosa reputación, ¿retuvo su intención de conferirles el Sacramento del Orden?

Pero no importa desde qué ángulo se vea; es decir, si Thuc realmente anuló estos actos al retener su necesaria intención sacramental, o si él sólo hizo esas declaraciones para salir de un aprieto, el resultado final es el mismo: su integridad como un ministro confiable para conferir los sacramentos de la Iglesia se arruinó. Su conducta no alcanzó el nivel mínimo de certeza moral requerida por la Iglesia para aceptar la validez de los sacramentos conferidos por él, muy especialmente en el área de las consagraciones episcopales.

Y es que aunque algunos ahora defensores de la legitimidad de las consagraciones de Thuc se empeñen, aunque se hubiese observado correctamente la forma, la intención, precisamente en estos casos en los que existe la duda positiva, no puede presumirse solamente en la observancia correcta de la forma. A menudo sucede que forma e intención acaban pareciendo sinónimos a efectos prácticos, puesto que la segunda se presume en la recta observación de la primera... En circunstancias normales. Pero es que éstas no lo fueron. Además, forma e intención no son lo mismo, de lo contrario ¿por qué la Iglesia las menciona siempre por separado, distinguiéndolas? Precisamente y, aunque normalmente la intención se presuma, en las circunstancias que rodean todos estos hechos, con consagraciones secretas, que no cumplían con los requisitos mínimos que la Iglesia exige para el caso, con un consagrante anciano y senil que durante los últimos años de su vida consagró a hombres totalmente indignos pertenecientes a sectas cismáticas y heréticas y que, para colmo, existe la duda de si pudo haber simulación en las mismas consagraciones, tal como afirmó haberlo hecho en las de El Palmar de Troya o en la concelebración de la nueva misa en Toulon.

Hay, por lo tanto, motivos muy fuertes (duda positiva) para desconfiar del Arzobispo Thuc con respecto a los sacramentos que confirió todos estos años de su vida.

7. EL ODIO CONTRA EL ARZOBISPO LEFEBVRE

Antes de que el presbítero Anthony Cekada fuera «pro-Thuc», era «anti-Thuc» y publicó un escrito muy crítico contra el Arzobispo titulado Dos obispos en cada garaje. En este artículo, publicado dos años antes de la muerte del Arzobispo, él afirma que Thuc «simuló la celebración de la misa, la simulación de un sacramento». Y una vez más, cuando cambió su postura, ninguna respuesta o aclaración ante estas acusaciones, sólo más y más silencio.

Es un hecho que los presbíteros Barbará, Sanborn y Cekada, por nombrar a los que después por conveniencia cambiaron de opinión, cuestionaron el estado mental del Arzobispo Thuc, y la razón por la cual cambiaron parece ser, como el mismo Barbará dijo: «es necesario romper el monopolio de los mobispos lefebvristas». Sanborn afirmó a su vez para justificar su nueva postura aceptando la línea procedente de Thuc: «Esta necesidad es tan grande que cualquier mal circunstancial puede ser tolerado en orden al fin». Esto es como admitir que el fin justifica los medios aunque sean malos, así no duda en concluir diciendo: «El punto principal es que sea lo que sea lo que haya que tolerar en cualquier asociación, próxima o remota, con Mons. Thuc, es justificable por la razón correspondiente de tener que sobrevivir». Y esto lo dijo el que poco tiempo antes calificaba todo lo relacionado con Thuc como «sórdido» y decía que, aunque fuesen válidas sus consagraciones, no se podría tener nada que ver con la sucesión apostólica procedente de su linaje.

De hecho, se comenta que el propio Padre Guérard des Lauriers dudó de su propia consagración y decidió consagrar obispos después de que Lefebvre anunciara que consagraría obispos para la Hermandad de San Pío X. También llama la atención el hecho de que Guérard había dicho que nunca se dejaría consagrar por alguien que pensase que Juan Pablo II era el Papa, pues sería un acto cismático. Thuc en teoría reconoció la sede vacante, al poco concelebró la misa nueva, y durante la consagración del Padre Guérard invocó el nombre de Juan Pablo II en varias ocasiones.

Aunque estos escándalos han sido astutamente censurados, gran parte de la información se ha filtrado e incluso los sedevacantistas «thuchistas» se ven obligados a admitir que el Arzobispo Thuc no era fiable; de hecho, hoy la credibilidad de este linaje episcopal no está basada en la autoridad del prelado vietnamita, sino en la del Padre Guérard des Lauriers. Ha sido él quien rehabilitó todo el desastre provocado por el Azobispo Thuc en materia sacramental. De hecho, para los seguidores de las Tesis deL Padre Guérard des Lauriers, su popularidad y prestigio son suficientes para avalar su consagración: ellos arguyen que, a pesar de la ineptitud de los dos testigos alemanes y del mismo obispo consagrante, el testimonio que es válido es el del mismo des Lauriers.

Por ello, debemos concluir que, si no hubiera sido por la reputación de Guérard des Lauriers, Ngo Dinh Thuc hubiera pasado desapercibido para el mundo de la Tradición, pues aquél, aprovechándose de la situación, logra hacerse consagrar Obispo y en plena rebelión contra la autoridad moral y liderazgo episcopal del Arzobispo Marcel Lefebvre, y el Obispo Antonio de Castro Mayer, para oponérseles, contrarrestándoles y difundir la falsa la imagen de que el Arzobispo Thuc era un tradicionalista integérrimo.

El propio Cekada, en su obra antes citada llegó a decir: «Lo que es mucho más grave, sin embargo, es que estos hombres afirman que son la única autoridad legítima de la Iglesia Católica y que los católicos están obligados a obedecerlos a ellos. Además, ellos pretenden excluir de la Iglesia Católica a aquellos sacerdotes y laicos tradicionales que se niegan a reconocer su autoridad —algo que ninguna organización tradicional que conozcamos se presume de hacer—. Al hacer tales afirmaciones, estos obispos han creado su propia religión, con su propio magisterio, su propia jerarquía episcopal y sus propias creencias. Es una nueva religión, a pesar de sus adornos, y todas sus consagraciones episcopales importantes autoproclamaciones y reivindicaciones exageradas de su autoridad canónica, no pueden ser realizadas en la religión católica. Esto es por lo menos el proceso de creación de lo que seguramente llegará a ser una secta cismática».

8. EXCOMUNIÓN POR CONSAGRAR CANDIDATOS INDIGNOS

En general en la Iglesia Católica, si una consagración tiene lugar debe ser tenida en principio como válida, y si alguien dudase de ello debe demostrarlo o aportar las pruebas pertinentes. Esto se aplica en las consagraciones que se llevan a cabo de acuerdo con las leyes de la Iglesia. Éste no es el caso, ya que fueron llevadas a cabo de forma privada, secreta, no pública. De hecho, en la consagración de Guérard des Lauriers, el Arzobispo Thuc mandó salir a todos los fieles menos a Heller y Hiller de la habitación donde se realizó la consagración. En tales situaciones, debe haber suficientes evidencias de ello mostradas por aquellos que llevan a cabo la consagración.

El 9 de abril de 1951, Pio XII, a través del Santo Oficio, declara excomunión latae sententiae para aquellos que consagren sin permiso de la Santa Sede y en la encíclica Apostolorum principis, de 1958, explica que este decreto está relacionado con consagraciones que se hicieron a hombres indignos, hechas contra todo derecho y toda ley. Esto es lo que hizo Thuc consagrando a Jean Laborie consagrado antes por otros dos «obispos», uno cismático y otro satánico y a los del Palmar de Troya.

Thuc consagró a sabiendas a varias personas no católicas y a un notorio homosexual, Jean Laborie, siendo advertido previamente por el el presbítero Noël Barbará. Lo sabemos gracias a la entrevista que se le realizó a este último. Nunca hizo ningún esfuerzo para restituir los errores cometidos.  Esto ha sido castigado por la Iglesia de la forma más severa posible (con la excomunión). Si este decreto no se aplica a este caso, es difícil imaginar un caso en el que se pudiese aplicar. Si él no fuese responsable por estos actos significaría que su capacidad mental no era suficiente como para ello. Esto significaría que sus consagraciones serían dudosas por ser él incapaz mentalmente de ser responsable de lo que hacía.

9. EL CASO DE SPOKANE

El Monte San Miguel de Spokane (Washington), fue una casa de retiros jesuita que fue adquirida por la Congregación de María Reina Inmaculada (CMRI), uno de los primeros grupos sedevacantistas, algunos de los cuáles originariamente negaban la validez de la sucesión apostólica de Lefebvre y colocaban a Thuc como el gran salvador de la Tradición y la sucesión apostólica. El CMRI fue instituido por Francis Schuckhardt que fue ordenado sacerdote y consagrado obispo Daniel Q. Brown a principios de los 70. Brown había obtenido sus órdenes fuera de la Iglesia Católica. Originariamente católico, abandonó la Iglesia para unirse a una secta cismática veterocatólica para ser ordenado sacerdote y consagrado obispo. En algún momento más tarde hizo una abjuración de su herejía en una habitación de hotel y afirmó que estaba reconciliado con la Iglesia Católica y que podía ejercer como sacerdote y obispo católico. Juntos formaron la TRLCC (Iglesia Católica Tridentina de Rito Latino, con sus siglas en inglés) y parte de ella formó el Monte de San Miguel (Spokane, Washinton). En 1984 los propios seguidores de Schuckhardt lo expulsaron a causa de las noticias que aparecieron en la prensa sobre escándalos sexuales relacionados con él. Uno de sus cercanos supervisó el trabajo de los últimos nueve años, tras lo cual se publicó una carta en la que le acusa de incompetente, inmoral y de pretender ser el Papa secretamente (habiendo tomado el nombre de Adrián VII).

Muchos de los relacionados con esta organización afirmaron no tener conocimiento de ello, pero los altos cargos sí lo conocían y no lo denunciaron hasta que empezó a salir en las noticias a causa de las denuncias. Los que lo desconocían deberían haberlo condenado y abandonar dicha institución, pero no lo hicieron. Hoy el CMRI sigue operando con toda normalidad, es decir, no se ha disuelto y algunos de los que ostentaron cargos con Schuckhardt son actuales dirigentes de dicha sociedad. 

EL propio Padre Robert Mckenna, que fue consagrado posteriormente por Guérard des Lauriers, dijo que el Monte San Miguel fue, es y será siempre cismático.

10. LA SECTA VATICANOSEGUNDISTA NO ACEPTÓ LA VALIDEZ DE LAS CONSAGRACIONES

Un argumento ridículo entre los que tratan de defender el linaje del Arzobispo Thuc es que la propia autoridad vaticanosegundista aceptó las consagraciones episcopales conferidas por él. Esto carece de toda lógica, pues se supone que los se dicen sedevacantistas no reconocen en nada niguna disposición de las autoridades modernistas que ocupan la Sede Apostólica. Pero para este caso, se ha difundido falsamente que Ratzinger, cuando era Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, aceptó como válidas las consagraciones Thuc. Esto lo desmintió el propio Cekada en un artículo de su página web y, en efecto, el propio comunicado de Ratzinger afirma: «Finalmente, en lo que respecta a aquellos que ya han recibido la ordenación de esta manera ilícita, o que tal vez recibirán la ordenación de ellos, independientemente de la validez de las órdenes, la Iglesia no reconoce ni reconocerá su ordenación, y en lo que respecta a todos los efectos jurídicos, los considera en el estado que cada uno tenía anteriormente [...]»(9).

11. INCUMPLIMIENTO DE REQUISITOS MÍNIMOS PARA LAS CONSAGRACIONES

En el debate con el presbítero Anthony Cekada, el también presbítero William Jenkins hacía alusión a varios cánones del Código de Derecho Canónico que entrarían en contradicción con lo acontecido con las consagraciones Thuc, comprometiendo así al mínimo que exige la Iglesia para considerar válida una consagración espiscopal. Así, Jenkins trae a colación el canon 1010, que dice:

§ 1. Cuando se complete la ordenación, los nombres de cada persona ordenada y el ministro de la ordenación, el lugar y la fecha de la ordenación se registrarán en un libro especial en el atrio del lugar de la ordenación, cuidadosamente guardado, y todos los documentos de la ordenación. las ordenaciones individuales se conservarán con precisión.

§ 2. A cada ordenado se le entregará un certificado auténtico de recepción de la ordenanza; quienes, si han sido promovidos por un obispo extranjero con carta de destitución, la presentan a su propio Ordinario para el registro de la ordenación en un libro especial que se conserva en el archivo.

¿Qué pasa cuando no hay registros oficiales o estos han sido quemados, perdidos o nunca hechos? El hecho de pensar que debemos aceptar cualquier consagración episcopal u ordenación, sin importar las pruebas o las circunstancias es ridículo.

Un sacerdote es lo requerido por la Iglesia como testigo. Félix Cappello (Los sacramentos, La ordenación), profesor de teología en la Universidad Gregoriana de Roma, dice que en estos casos «un testigo absolutamente digno de confianza es suficiente haciendo una analogía legal (haciendo una analogía de lo que se requiere para reconocer como válido un bautismo en las mismas condiciones: canon 779), por encima de toda excepción siempre que no sea con perjuicio de los derechos de un tercero».  Los ejemplos que da son: el mismo obispo, un pastor o el canciller episcopal. En caso de que no haya documentos. Testigo de confianza, es decir, un testigo competente que no tenga interés particular.

Dos canonistas de renombre en el libro de Comentarios prácticos de la Ley Canónica (1952) dicen sobre el Bautismo: «si el informe oficial del Bautismo ha sido hecho adecuadamente, esta es prueba legal suficiente de acuerdo con el canon 1813. Si, por cualquier causa, no se pueden obtener los informes, el Bautismo debe ser probado por testigos».

¿Y cómo debe ser el actuar y perfil del testigo? El otro punto del C.I.C. es el canon 1791, que dice:

§ 1. El testimonio de un solo testigo no es auténtico, a menos que sea un testigo cualificado que testifique sobre las cosas de su cargo.

§ 2. Si, bajo juramento y debido a  su propio conocimiento personal, dos o tres personas, absolutamente dignos de confianza y en constante acuerdo, afirman bajo juramento en corte sobre algún asunto o hecho, la evidencia debe ser suficiente; excepto donde debido a la gran importancia del caso y la presencia de indicaciones que dejan algunas dudas sobre la verdad de la cosa afirmada, el juez considera necesario tener una prueba más completa.

En este caso sí hay intereses de terceros implicados, pues de la validez de estas consagraciones dependen muchas personas que recibirán los sacramentos, además de que evidentemente todo lo que rodea a la vida y obras de Thuc durante esos años no parece garantizar la certeza moral mínima. De hecho, cuando Cekada, Sanborn y Kelly entrevistaron a Heller y Hiller, llegaron a la conclusión de que no actuaron como testigos sino como simples fieles asistentes. En cualquier caso, no hay posibilidad de acudir ante un tribunal eclesiástico a día de hoy para que diriman todos estos hechos y, lamentablemente, es posible que nunca sepamos la verdad al haber fallecido casi todos sus protagonistas. 

Por otro lado, la Enciclopedia Católica de 1907 y 1913, bajo el título co-consagrantes, deja claro que estos están ahí, al menos, en su capacidad de testigos y no solamente para dar boato al sacramento. Existe una excepción en los países misioneros en los que es casi imposible tener tantos obispos juntos. En estos casos, la Santa Sede permite que haya dos sacerdotes asistiendo al consagrante. 

Por lo tanto y con respecto a este asunto, si no cumple las normas habituales, debe ponerse en manos de una corte eclesiástica, con un juez que tenga la autoridad de la Iglesia, para que decida. Nadie más puede hacerlo. No hay sustituto posible.

Tampoco podemos considerar al Padre Guérard des Lauriers como testigo cualificado, a pesar de su talla intelectual, principalmente por el hecho de que él mismo fue obispo consagrado y porque el testigo cualificado debe ser un sacerdote observador, es decir, independiente y capacitado para ello. Es cierto que hubo consagraciones secretas y concretas que en el pasado aceptó e incluso solicitó la Iglesia, pero para ello había un juicio de la propia autoridad eclesiástica en la que se certificó su validez o cuando fue una petición de Roma, se hacía con un obispo totalmente capacitado y del todo fiable. Precisamente, ahí radica el fallo de Cekada en su artículo en defensa de las consagraciones Thuc. Así, en su defensa afirma que «los teólogos moralistas católicos dicen que la certeza moral se produce cuando nos damos cuenta que es imposible que estemos equivocados sobre un hecho particular, ya que lo opuesto a este hecho es tan improbable que sabemos que creerlo sería imprudente»(10). El problema es que no resulta imposible ni imprudente pensar que, dados los hechos, Thuc pudiera no haber consagrado válidamente.

Así, no resulta válido el argumento tan manido entre los sedevacantistas de: «yo confío en el Padre Guérard». Por lo visto anteriormente, las circunstancias que rodearon los hechos de las consagraciones episcopales de Thuc y toda la vida del Arzobispo no es suficiente el testimonio del supuesto obispo consagrado, por prestigioso que resulte. «Haec dicit Dominus: "Maledictus homo, qui confidit in homine et ponit carnem brachium suum, et a Domino recedit cor eius"» (Jer. 17,5). 

Por lo tanto, entre la alta sospecha de demencia en Thuc, su sacrílega faceta de simular los sacramentos (si es que esto es cierto y no mintió), la falta de testigos cualificados durante las consagraciones y los vaivenes de la vida del propio Arzobispo, la falta de certeza moral en lo que respecta a la validez de sus consagraciones es evidente. Así pues, debemos considerar a todos los obispos y sacerdotes que proceden de sus consagraciones como dudosos, pues las consagraciones fueron tan torpes e improvisadas que no reunieron los requisitos mínimos que la Iglesia pide (y ciertamente es poco) para poder considerarlas como válidas fuera de toda duda.

12. RESUMEN DE LOS DICHO ACERCA DEL OBISPO THUC

• Asistió al Vaticano II y firmó todos sus decretos.

• Sus dos intervenciones durante el Vaticano II fueron radicalmente modernistas, reprendiendo al «Concilio» por no ser lo suficientemente interreligioso y pidiendo que el mismo aceptara la igualdad femenina en la Iglesia.

• Aceptó como válida la excomunión de Pablo VI.

• Ordenó y consagró, contra toda prudencia, a un gran número de hombres como sacerdotes y obispos sin exigirles que abjuraran de sus herejías y sectas, algo que cualquier sacerdote pide ante conversos.

• Ordenó y consagró a hombres totalmente incapaces de ser ministros de Dios y de conductas más que inmorales.

• Concelebró la nueva misa con un «obispo» del Vaticano II en varias ocasiones y acolitó también en ella.

• Cuando se le interpeló por esto, dijo que simuló la celebración de la nueva misa.

• Escuchó confesiones con el permiso de un «obispo» modernista.

• Antes de su muerte, exhortó a algunos de sus descendientes a regresar a la secta del Vaticano II.

• Se dijo que estaba física y psicológicamente agotado.

• Su salud mental había sido públicamente cuestionada por sus contemporáneos.

• Sus amigos y defensores reconocieron que la ganancia monetaria fue un factor motivador para que confiriera el orden sagrado a los candidatos.

• En su autobiografía admitió haber mentido.

• Solo actuó como un tradicionalista cuando estaba rodeado de otros tradicionalistas.

• Admitió que retuvo su intención sacramental al conferir las sagradas órdenes.

13. LA CERTEZA MORAL Y CONCLUSIÓN FINAL

Ahora, para recapitular lo que ya se demostró anteriormente y lo que es fundamental en el porqué se debe dudar de la sucesión apostólica del Arozbispo Thuc es la certeza moral. Éste es el requisito mínimo de la Iglesia para aceptar la validez de un sacramento: la certeza moral. Ésta, como hemos comentado, «excluye todo temor prudente al error, de modo que lo contrario se considera totalmente improbable».

Ahora, al sopesar toda la evidencia anterior, la pregunta es:

• ¿La certeza de las consagraciones del Arzobispo Thuc alcanza un nivel tal que excluye todo temor prudente al error?

• ¿Es totalmente improbable la posibilidad de que no haya consagrado válidamente?

• ¿Es, en principio, totalmente descartable que no haya retenido su intención en las consagraciones de los presbíteros sedevacantistas?

• ¿Realizó las consagraciones motivado por motivos económicos dado su estado de pobreza y abandono por parte de las autoridades del Vaticano II?

• ¿Es suficiente el testimonio de dos interesados seglares en legitimar sus consagraciones ante todos los hechos anteriormente expuestos?

Consideramos que ninguna persona objetiva que posea el uso de la razón correcta podría concluir que las consagraciones del Arzobispo Thuc fueron ciertas en la medida en que excluyeron todo temor prudente al error, de modo que lo contrario se considera completamente improbable. Así, el artículo de Cekada al respecto resulta —para los que lean el siguiente documento de forma crítica, racional y desapasionada— insuficiente y que no responde, paradójicamente, a su escrito de años atrás en el que exponía los motivos por los cuáles dudaba de la validez de las consagraciones Thuc con su obra Two bishops in every garage (Dos obispos en cada garaje)

También es fundamental tener en cuenta que los obispos que van a ser consagrados deben de ser escogidos y no autoescogerse, como sucedió efectivamente con Guérard des Lauriers.

Además si, como dicen los defensores del linaje Thuc, en circunstancias extraordinarias resulta legítimo proceder de tal forma y, para la transmisión de la sucesión apostólica, hace falta tan poco... ¿Por qué los thucistas españoles, por ejemplo, no acuden con los «obispos» de El Palmar de Troya? ¿O con Pablo de Rojas? ¿O con el recientemente «consagrado» José Vicente Ramón?

En conclusión, los católicos deben rechazar por dudosas las consagraciones del Arzobispo Thuc. Por lo tanto, no es lícito para los fieles recibir los sacramentos de los obispos y sacerdotes procedentes de tal linaje, en tanto en cuanto un sacramento dudoso debe tratarse como si fuese inválido, así como tampoco colaborar con el apostolado con estos grupos. Así, la falta de certeza moral por la que los católicos deben rechazar la validez de las órdenes del Arzobispo Thuc también debe aplicarse a la línea de sacerdotes y obispos cuyas ordenaciones y consagraciones proceden del mismo.

Para finalizar, este documento no se ha publicado con intención de acusar o atacar sin motivo a toda una serie de supuestos obispos y sacerdotes que a buen seguro mantienen, en su mayoría., un sincero amor a la Iglesia de Jesucristo y a la verdadera doctrina. Sin embargo, creemos que estas objeciones  con respecto a la validez que atañe a la procedencia de estos sacerdotes y obispos debe ser aclarada y, en su defecto, salvada mediante ordenaciones y consagraciones sub conditione. Más vale el inicial escándalo entre los fieles y aceptar humildemente lo que por muchos es sabido o sospechado que mantener el silencio, las medias verdades y las dudas por más años. El tiempo podrá borrar el recuerdo de los sórdidos orígenes del linaje Thuc, pero los fieles y los jóvenes sacerdotes y seminaristas tienen derecho a saber la verdad. Por supuesto, desde este cuaderno de bitácora, admitimos toda corrección de los posibles errores que esta entrada pueda albergar. No ganamos nada dudando de la validez de las consagraciones del Arzobispo Thuc, al contrario, nada nos alegraría más que una correcta refutación y comprobar que, efectivamente, los católicos contamos con más obispos y sacerdotes en el remanente fiel.

Notas:

(1) Revista Angelus, edición de junio de 1982.

(2) Debate en video Cekada-Jenkins (17/9/02), parte 14 de 16. El pro-Thuc Cekada reconoció la exactitud fáctica de esta declaración de Jenkins.

(3)  Carta de Adolfo Zamora, traducida del español y publicada el 21 de mayo de 1984.

(4) Los doctores Kurt Hiller y Eberhard Hiller actuaron de observadores en las consagraciones episcopales de Guérard des Lauriers, Moisés Carmona y Adolfo Zamora. Sin embargo, eran simples seglares sin los requisitos mínimos imprescindibles para poder ser calificados propiamente como testigos, pues para ello se requiere que sean sacerdotes. 

(5) El atanasiano que cita a Donald Sanborn: Las consagraciones de Thuc: una posdata, 1993.

(6) Ibíd.

(7) El atanasiano que cita a William Jenkins: Las consagraciones de Thuc: una apelación abierta al padre Donald Sanborn, 1993.

(8) Debate Cekada-Jenkins, ibid.

(9) Comunicado de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre las consagraciones realizadas por: «Su Excelencia Mons. Pierre Martin Ngô-dinh-Thuc, arzobispo titular de Bulla Regia». Dado en Roma, a 12 de marzo de 1983 y firmado por Joseph Ratzinger.

(10) Véase J. MCHUGH & C. CALLAN, Moral Theology, New York, Wagner 1929, 1.643: «Los juicios son moralmente ciertos,cuando el error es imposible según lo que es habitual entre los hombres, lo opuesto de lo que sostiene la inteligencia es tan improbable que sería imprudente moverse a ello».

Fuentes: El anterior artículo se ha realizado sobre la base del que figura en el siguiente enlace: https://elarietecatolico.blogspot.com/2020/10/invalidez-de-las-consagraciones-de.html, que a su vez se fundamenta en la obra del Obispo Clarence Kelly Lo sagrado y lo profano, con correcciones y modificaciones oportunas. Se ha añadido la información facilitada por el sacerdote don Basilio Méramo en su trabajo: Hechos que dan mucho que pensar sobre la cordura de Mons. Ngo Dinh Thuc y la información aportada por el cuaderno de bitácora de Amor de la Verdadademás de otras intervenciones del presbítero William Jenkins que figuran en el programa What Catholics Believe, que dirige la Sociedad de San Pío V.

Entradas populares de este blog

El golpe maestro de Bergoglio

En una reciente entrevista, el «Arzobispo» Carlo Maria Viganò sostenía que Jorge Mario Bergoglio buscaba acorralar a todos los fieles de la Misa tradicional en la Hermandad de San Pío X para después excomulgarlos. Esta cita de la entrevista de Viganò fue tuiteada por la cuenta de LifeSiteNews y a su vez respondida por el tuitero acuerdista Jeff Cassman , comentando que no creía que fuese así, pues Bergoglio siente «debilidad por la HSSPX».

La inmodestia del indulto

Fue notorio en el verano de 2021 el revuelo ocasionado por las críticas de InfoTradición a la ausencia total de toda noción mínima de la modestia cristiana en la peregrinación a Covadonga que organizaron diversos grupos indultados en España. Recientemente, en la famosa peregrinación de París-Chartres de Pentecostés del pasado domingo, los mismos fieles adictos al indulto (también llamados rallié , en alusión a la Ralliement de León XIII, pues en ellos opera el mismo espíritu) volvieron a causar escándalo por su inmoralidad. Constatamos con ello que la pérdida total de las mínimas nociones de pudor es manifiesta en todo el mundo del indulto, agravándose ésto con los años y con las «conversiones» de generaciones más jóvenes que no han escuchado ni escucharán (pues estos grupos solamente aspiran a un crecimiento numérico sin conversión verdadera) las normas morales más elementales de la modestia católica.