Contamos con un signo inequívocamente justo para identificar la última semana del Santo Profeta Daniel: «y en medio de esta semana cesará la hostia y el sacrificio, y será en el templo la abominación de la desolación, y durará la desolación hasta la consumación y el fin» (IX. 27); lo cual designa la apostasía contra el Templo, según el mismo Jesucristo recordara en el Sagrado Evangelio de San Marcos: «y cuando viereis la abominación estar en donde no debe […]» (XIII. 14). Allí donde no debiera de encontrarse nunca la apostasía es en el Templo, frente al cual se hallaban Jesucristo y los cuatro al pronunciarse tales sentencias; porque el Tercer Templo cotidiano es con toda seguridad la Eucaristía misma: «Jesús les respondió, y dijo: destruid este templo, y en tres días lo levantaré. Los judíos le dijeron: ¿en cuarenta y seis años fue hecho este templo, y tú lo levantarás en tres días? Más él hablaba de su cuerpo» (Ioann. II. 19-21).
Conocemos estos signos de resultas: una obra (la Abominación Desoladora) y un destinatario de todo aquello (la Sagrada Eucaristía), las cuales certezas se han venido ilustrando tradicionalmente con las cifras 70 y 12.
Lo mismo que el altar de San Elías, la Santa Iglesia Católica se ha erigido sobre 12 piedras: los 12 linajes apostólicos que aseguran su prole o sucesión hasta el Fin, y de entre las cuales piedras una goza de primacía sobre las demás; pero once de aquellos linajes han apostatado, como solamente la tribu de Judá fuera destacada para acoger al Cristo; y esto es así porque la Sagrada Eucaristía, el Tercer Templo donde vive ciertamente la Nueva Alianza, nunca podría suspenderse con plenitud ni aun por Satanás todo triunfante, sino quedar reducida a su mínima expresión cual hoy existe: una doceava parte de todo el Templo, es decir, una sola sucesión apostólica remanente y fiel a la integridad, que es el linaje Lefebvre tentado en el desierto. Desde que el Arzobispo fuera suspendido a divinis (1976) hasta las consagraciones de Écône (1988) transcurrieron 12 años, y 12 más entre dichas consagraciones y el jubileo pactista del año 2000, coincidiendo con la fraudulenta revelación fatimista. Más aún, 70 años se cuentan desde 1960 (límite de la Santísima Virgen) hasta 2030, fecha a la cual las agendas globalistas han venido concediendo especial dignidad.