La Hermandad Sacerdotal de San Pío X se encuentra en sus horas más bajas. Y la situación ciertamente es peor que en 2012, pues en estos doce años muchos sacerdotes firmes se han ido o fueron expulsados, han llegado muchos fieles procedentes del conservadurismo y faltan los dos obispos que podrían plantar una oposición a ese acuerdo que hoy se ve más probable que nunca.
Con la actitud sobre el nuevo rito de ordenación de sacerdotes y de consagración de obispos, es sabido que la dinámica habitual desde la elección de Ratzinger como «Papa» ―pues si bien era sacerdote válido, fue «ordenado» (como dicen en el modernismo) obispo con el nuevo rito― es reconocer la validez del nuevo rito del orden. De hecho, son contadas y excepcionales las veces en las que ordenan sub conditione a un sacerdote venido del Novus Ordo.
Con respecto al sedevacantismo, se ha caído ciertamente en un neogalicanismo práctico totalmente peligroso porque, si bien es cierto que esto no se advierte entre los sacerdotes, en la práctica y, sobre todo en los fieles, esta tendencia se consolida a medida que aumentan los escándalos de la secta vaticanosegundista.
Por último, se ha establecido una falsa dicotomía entre el acuerdo de 2012 ―calificado, en general, como imprudente― y el acuerdo sin condiciones, es decir, por reconocimiento unilateral de la Roma apóstata. La realidad es que este acuerdo sin condiciones no presenta prácticamente ninguna oposición interna, ni entre los sacerdotes ni entre la feligresía.
Ante esta situación desoladora, nos queda entonces encomendarnos al Inmaculado Corazón de María, rezar para que, al menos, haya una pequeña reacción y que se organice un apostolado, aunque sea mínimo, en torno a los obispos de la Resistencia consagrados por Su Ilustrísima Don Richard Williamson. Esperemos que, si esto sucede, no comentan los mismos errores ―especialmente la aceptación de la validez de los nuevos ritos y el rechazo del sedevacantismo― que tuvo y tiene la Hermandad de San Pío X y que son los culpables de su práctica claudicación.