Se han estado celebrando recientemente en redes sociales las tomas de sotana y tonsura de cinco seminaristas españoles. Esto sucedía en el seminario bávaro de Wigratzbad (de la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro), constituyendo todo un hito en el semitradicionalismo patrio, que ve cómo en España hay terreno —y mucho— para los ralliés.
Y es que nuestro país, otrora Luz de Trento y martillo de herejes, es hoy prometedor oasis del conservadurismo de rito tridentino y desesperante desierto de la verdadera tradición católica. Tal es así que, si juntamos a los seminaristas y jóvenes sacerdotes españoles de otros grupos indultados, como el Instituto Cristo Rey o el Instituto del Buen Pastor, son ya más sacerdotes semitradicionalistas los que podría haber en España en diez años que con los que cuenta la Hermandad Sacerdotal de San Pío X en la casa autónoma de España y Portugal . Y ésto sin tener en cuenta que en los próximos cursos puedan unirse nuevos jóvenes españoles a los seminarios antes mencionados. ¡Y todo con una Roma apóstata que persigue —en teoría— a estos grupos! Sin olvidar que, cuando traicionaron o eludieron el combate del Arzobispo Lefebvre, la jerarquía modernista les premió con poder celebrar la Misa de siempre a cambio de aceptar el Vaticano II y la nueva misa.
Así pues, estos jóvenes de los que, dicho sea de paso, presumimos la mejor intención de corazón, saldrán de sus respectivos seminarios con dos deficiencias importantes. En primer lugar, sin —probablemente— haber recibido una ordenación válida, pues como hemos tratado en nuestra página, los nuevos ritos de ordenación sacerdotal y, sobre todo, de consagración episcopal ofrecen serias dudas sobre su validez, al producirse una mayor alteración formal del rito que la acontecida con los anglicanos y que S.S. León XIII declaró inválida. En segundo lugar, afrontarán su vida como sacerdotes sin una correcta formación como futuros pastores de almas, con graves errores en cuanto a la concepción de la Iglesia, su indefectibilida, la infalibilidad del Papa y lo que implica la defensa de la Tradición, pues se conformarán, al menos en sus obras, con poder tener una capilla tradicional dentro de la catedral modernista.
En cualquier caso, para el año marcado por la agenda masónica de 2030, la presencia de «sacerdotes» de estas sociedades superará a los que se esperan de la Hermandad Sacerdotal de San Pío X o del sedevacantismo. ¿Reaccionará la obra de Lefebvre en nuestro país y separará, de una vez por todas, el trigo de la cizaña? ¿Dejará claro entre sus confundidos fieles que no se puede ni debe colaborar —en ningún tipo de causa o iniciativa— con estos traidores (conscientes o no) a la Fe católica? ¿Será capaz de promocionar ante sus fieles su garantía —para empezar, de validez del orden y sucesión apostólica— de forma clara? ¿Seguirá atacando el sedevacantismo —que no es competencia en España para sus sacerdotes— y, en cambio, omitirá las necesarias críticas a los grupos que sí le están robando los fieles y vocaciones?
Es cierto que el catolicismo no se acaba con la HSSPX, pero también lo es que, a día de hoy y a pesar de todo, sigue siendo el mejor instituto en el que puede apoyarse el fiel católico. Desde luego en España y amén de otros meritorios apostolados como el de don Ramiro Ribas.
En conclusión, los verdaderos tradicionalistas debemos redoblar los esfuerzos en las oraciones por la Fe católica de España. Por la firmeza de los apostolados que ahora tienen lugar, por su perseverancia y porque sigan dando fruto. Pero también rezar por aquéllos que, pensándose en el combate por la Tradición, están errados en el camino, pese a que el enemigo modernista les permita, todavía, la celebración de la Santa Misa.